lunes, 1 de junio de 2009

Nueva Mirada al centro de arte Reina Sofia

No ha pasado ni un año y medio desde la designación de Manuel Borja-Villel como director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), tras su paso por el MACBA de Barcelona, y ya tenemos el resultado en forma de una gran revolución o, mejor dicho, de una reinvención del museo. Fue elegido por su capacidad "de atraer público" y por su "voluntad de contar otras historias", algo que ya es una realidad palpable a partir del 28 de mayo, el día que la Infanta Elena inaugura esta nueva lectura de la colección.
Un museo del siglo XXI tiene que ser un museo de propuestas, un lugar lleno de vida, que haga preguntas (y de alguna respuesta), en un discurso cercano a las dudas de los visitantes. Un museo no debe ser un lugar de paso. La vieja lectura de museos con multitud de salas y discursos lineales en el tiempo, ha empezado a terminarse en el Reina Sofía. Los estilos e incluso las genialidades no suelen surgir de la nada ni se pueden etiquetar o colocar en una sala para acumular polvo, todo el arte se comunica mutuamente. El arte supera los límites del tiempo que le ve nacer. Los museos no son almacenes para acumular obras.
Frente a la sucesión de movimientos, la nueva instalación contextualiza las obras expuestas con la cultura visual de los siglos XX y XXI. Todo contado en pequeñas historias, no en grandes discursos, para adaptarse a multitud de públicos y en una visión de la colección más dinámica y rotatoria en algunas salas, como las más contemporáneas, instaladas en la ampliación de Nouvel.
Nuevos recorridos, nuevas y antiguas obrasLos nuevos recorridos planteados, sin miedo al anacronismo o a la confrontación de obras ortodoxa, darían pie a varios discursos y a interesantes debates (algo parecido a las Tres horas en el Prado de Eugenio d´Ors, pero en clave actual e interactiva). Si ya sabíamos que el Reina Sofía es muchísimo más que el Guernica, ahora queda deliberadamente de manifiesto, aunque finalmente la obra no se moverá de su sala. En los itinerarios conviven pinturas, esculturas y material documental que ha sido, en muchas ocasiones, rescatado de los fondos del museo para hacer la visita más instructiva. Más de un año se llevan investigando los fondos para realizar este gran cambio, lo que pone de relieve el buen trabajo de coleccionismo realizado en los años anteriores.
Este buen trabajo ha dejado a un lado la “polémica” inicial por la inclusión de los grabados de Los desastres de la Guerra de Goya como antecedente de la Modernidad. De esta manera , en el edificio Sabatini, arranca el recorrido porque, como apuntábamos, lo que se trata es de hilar historiar no de parcelar el arte… Y sin Goya, gran cronista visual, no se entiende el esperpento valleinclanesco de Gutiérrez Solana, gran pintor de la España Negra de los años veinte.
Sin Goya no se entendería cualquier narración de los horrores de una guerra. Hablando de guerra, es la sala del Guernica, cruel reflejo del bombardeo indiscriminado nazi, la que tiene una lectura única que lo hace más que un atractivo turístico. La obra, con ese formato de mural, en relación al cine documental (se exponen también documentales de la Guerra Civil) o la fotografía informativa, estará en una sala que se llama “La guerra: poéticas y documentos”. Junto a él también están “Las Hurdes, tierra sin pan”, de Buñuel, las imágenes de Robert Capa o las esculturas de Julio González (del que finaliza una exposición temporal en el museo). Y, también, ese símbolo de resistencia al fascismo ante Europa que fue el Pabellón de la República en la Exposición Universal de París de 1937.
Antes de ver esto, el visitante ya habrá podido comprobar la importancia capital que adquiere la fotografía con esta restructuración, con una presencia importante en el apartado del Surrealismo, donde otro microrelato desarrolla la historia de tres genios en compañía: Buñuel, Dalí y Lorca. De este modo, junto al famoso ojo rasgado de Un perro andaluz o una obra de Dalí, se destaca la faceta de dibujante de Lorca o de prosista de Buñuel.
La revolución no ha hecho más que comenzarEn la última planta del edificio Sabatini se produce un cambio importantísimo en techos, iluminaciones… Estamos en los años cuarenta y cincuenta. En el caso de España, de “lo que pudo haber sido”. En este caso recibe una película del recién homenajeado en Cannes Alais Resnais (La guerre est finie), algunos NO-DO, Bienvenido Mr. Marshall de Berlanga, La ventana indiscreta de Hitchcock… y también, la pintura en sus dos vertientes, europea y americana (el centro del arte pasa a Nueva York tras la Segunda Guerra Mundial). Antes de dar el salto al otro edificio, es destacable la emocionante sala del último Miró y del último Picasso (que aparece y reaparece constantemente) que, mano a mano, son los dos grandes ejemplos de las idas y venidas de las vanguardias y los cambios experimentados por la pintura en el siglo XX.
En el edificio de Nouvel se muestra el cambio radical del arte en los años sesenta y setenta. “Es una generación fuerte que decidió que después de Picasso y Miró había que empezar de cero, produciéndose un cambio radical”, como afirma Borja-Villel. Muchas de las obras de esta época son de adquisición reciente y se muestran por primera vez en el museo. Se abandonan los marcos tradicionales para introducirse en los medios de masas o en la vida real: es el punto álgido de la “performance” y el “happening”, de intervenciones artísticas directas y del apogeo de la experiencia enmarcado en un espíritu libertario. A finales del siglo pasado, el arte se inscribe en la sociedad de la información y en los círculos del mercado, pero con importancia de la contracultura musical o la vuelta a la intimidad. Para finalizar, se aborda el arte más actual y experimental y será la parte que rote más a menudo. En definitiva, hay muchos microrelatos y micromundos que descubrir en un mundo globalizado y en crisis: “Vivimos en una sociedad de crisis sistémica y eso es importante que se vea en la obra de arte”, como afirma el director del Reina Sofía.