La ciudad que sirvió de modelo al zar Pedro I el Grande para construir San Petersburgo abre hoy un nuevo museo. Se trata de la mayor filial que existe del Hermitage de San Petersburgo, la primera pinacoteca de Rusia y una de las más importantes del mundo. A la inauguración oficial asistirán la reina Beatriz de Holanda y el presidente ruso, Dmitri Medvédev. La sede del Hermitage-Ámsterdam se encuentra ubicada en el Amstelhof, un asilo del siglo XVII recién restaurado. Está en pleno centro de la ciudad (Amstel, 51), junto a la plaza de Waterlooplein.
Las puertas se abrirán al público mañana sábado y los que acudan podrán ver una esplendorosa exposición: “En la Corte Imperial rusa-Palacio y Protocolo en el siglo XIX”. Quizá sea una de las muestras temporales más suntuosas y gigantescas que jamás antes hayan sido exhibidas en Europa. Durará hasta el 31 de enero de 2010 e incluye más de 1.800 objetos de arte. Ilustra las costumbres y etiqueta de las grandes ceremonias oficiales y eventos sociales del período en el que reinaron seis zares, desde Pablo I al malogrado Nicolás II, asesinado brutalmente por lo bolcheviques junto con toda su familia.
Los trabajos han durado dos años y el resultado ha sido una imponente construcción con dos amplias y luminosas galerías y 42 estancias más pequeñaAtmósfera del siglo XIXMobiliario de la época, óleos, acuarelas, atuendos reales, calzado, joyas, condecoraciones, uniformes, armas y hasta los naipes con los que jugaba la nobleza rusa sirven para crear una atmósfera que transporta al visitante al siglo XIX y al mismísimo interior del opulento Palacio de Invierno de la capital imperial rusa, actual sede del Hermitage. Para realzar el efecto, en las paredes del Amstelhof se reproducen secuencias de la película “El Arca Rusa” del director Alexánder Sokúrov, rodada en el Hermitage y ambientada en aquella grandiosa y decadente época. El majestuoso trono de los Románov es una de las piezas que se pueden admirar.
Así arranca una idea que surgió hace década y media en las cabezas de Mijaíl Piotrovski y Ernst Veen, directores respectivos del Hermitage ruso y del holandés que ahora se abre. Veen ha sido mucho tiempo director de la Nieuwe Kerk (Iglesia Nueva). Piotrovski, académico, arqueólogo y arabista, lleva al frente del Hermitage desde 1992.
Según admite Piotrovski, “menos de un 3% de los tres millones de obras de arte que posee el Hermitage de San Petersburgo están a la vista”. De ahí que se hayan creado filiales en el Somerset House de Londres, en el Guggenheim de Las Vegas y en la ciudad italiana de Ferrara, en el Castello Estense. Pero será la de Ámsterdam en la casa Amstelhof, bautizada con el nombre de “Pequeño Hermitage”, la sucursal con más continuidad y espacio.
Cuentan que Pedro I debió ver el Amstelhof durante su estancia en Ámsterdam, a donde llegó en 1697, a la edad de 25 años, para estudiar ciencia, comercio e ingeniería naval. El edificio, de estilo neoclásico, se terminó de construir en 1683 como asilo para ancianas necesitadas. A partir de 1719, empezó a acoger también varones. Hasta que, en 2000, se decidió su desalojo paulatino por no reunir ya condiciones para su utilización como residencia.
Veen se puso entonces en contacto con Piotrovski, encontraron patrocinadores y lograron, no sin dificultades, hacerse con una parte del complejo, el anexo llamado Neerlandia. Es un pequeño pabellón de mediados del siglo XIX. Allí se abrió la primera fase del Hermitage-Ámsterdam en 2004 en una superficie de 500 metros cuadrados. Tres años después el resto del edificio quedó definitivamente vacío y comenzaron las obras de ampliación y rehabilitación.
Los trabajos han durado dos años y el resultado ha sido una imponente construcción con dos amplias y luminosas galerías y 42 estancias más pequeñas. Lo único que se mantiene del antiguo edificio son las fachadas. Cuenta con una sala de conferencias para 400 invitados, biblioteca, tienda y restaurante, que lleva el nombre de Nevá, el río que atraviesa San Petersburgo. Todo ocupa una superficie de 10.000 metros cuadrados.
La nueva redistribución de los espacios y el diseño de los ventanales de la bóvedas, para permitir que la luz del día penetre en las galerías, ha corrido a cargo del arquitecto Hans van Heeswijk. Los interiores son obra de Merkx+Girod y el jardín del patio ha sido concebido por Michael van Gessel.
Ha supuesto una inversión de 42 millones de euros. La suma ha podido reunirse gracias a los patrocinadores del museo: el Gobierno holandés, la alcaldía de Ámsterdam, Philips, el banco Fortis, Heineken y la Asociación de Amigos del Hermitage. El anexo Neerlandia, en donde en sus cinco años de actividad se han organizado diez exposiciones traídas de San Petersburgo y ha sido visitado por casi 600.000 personas, se empleará ahora como centro educativo infantil con cinco estudios, dos aulas y un comedor.
Piotrovski explica que las exposiciones “irán rotando cada seis meses y los nuevos tesoros que se mostrarán procederán, no sólo del Hermitage, sino también de otros museos rusos. “De los 15 euros que cuesta la entrada, nosotros –la parte rusa- nos quedaremos sólo con uno”, señala. La dirección de la filial holandesa espera no menos de 300.000 visitantes al año.
Las puertas se abrirán al público mañana sábado y los que acudan podrán ver una esplendorosa exposición: “En la Corte Imperial rusa-Palacio y Protocolo en el siglo XIX”. Quizá sea una de las muestras temporales más suntuosas y gigantescas que jamás antes hayan sido exhibidas en Europa. Durará hasta el 31 de enero de 2010 e incluye más de 1.800 objetos de arte. Ilustra las costumbres y etiqueta de las grandes ceremonias oficiales y eventos sociales del período en el que reinaron seis zares, desde Pablo I al malogrado Nicolás II, asesinado brutalmente por lo bolcheviques junto con toda su familia.
Los trabajos han durado dos años y el resultado ha sido una imponente construcción con dos amplias y luminosas galerías y 42 estancias más pequeñaAtmósfera del siglo XIXMobiliario de la época, óleos, acuarelas, atuendos reales, calzado, joyas, condecoraciones, uniformes, armas y hasta los naipes con los que jugaba la nobleza rusa sirven para crear una atmósfera que transporta al visitante al siglo XIX y al mismísimo interior del opulento Palacio de Invierno de la capital imperial rusa, actual sede del Hermitage. Para realzar el efecto, en las paredes del Amstelhof se reproducen secuencias de la película “El Arca Rusa” del director Alexánder Sokúrov, rodada en el Hermitage y ambientada en aquella grandiosa y decadente época. El majestuoso trono de los Románov es una de las piezas que se pueden admirar.
Así arranca una idea que surgió hace década y media en las cabezas de Mijaíl Piotrovski y Ernst Veen, directores respectivos del Hermitage ruso y del holandés que ahora se abre. Veen ha sido mucho tiempo director de la Nieuwe Kerk (Iglesia Nueva). Piotrovski, académico, arqueólogo y arabista, lleva al frente del Hermitage desde 1992.
Según admite Piotrovski, “menos de un 3% de los tres millones de obras de arte que posee el Hermitage de San Petersburgo están a la vista”. De ahí que se hayan creado filiales en el Somerset House de Londres, en el Guggenheim de Las Vegas y en la ciudad italiana de Ferrara, en el Castello Estense. Pero será la de Ámsterdam en la casa Amstelhof, bautizada con el nombre de “Pequeño Hermitage”, la sucursal con más continuidad y espacio.
Cuentan que Pedro I debió ver el Amstelhof durante su estancia en Ámsterdam, a donde llegó en 1697, a la edad de 25 años, para estudiar ciencia, comercio e ingeniería naval. El edificio, de estilo neoclásico, se terminó de construir en 1683 como asilo para ancianas necesitadas. A partir de 1719, empezó a acoger también varones. Hasta que, en 2000, se decidió su desalojo paulatino por no reunir ya condiciones para su utilización como residencia.
Veen se puso entonces en contacto con Piotrovski, encontraron patrocinadores y lograron, no sin dificultades, hacerse con una parte del complejo, el anexo llamado Neerlandia. Es un pequeño pabellón de mediados del siglo XIX. Allí se abrió la primera fase del Hermitage-Ámsterdam en 2004 en una superficie de 500 metros cuadrados. Tres años después el resto del edificio quedó definitivamente vacío y comenzaron las obras de ampliación y rehabilitación.
Los trabajos han durado dos años y el resultado ha sido una imponente construcción con dos amplias y luminosas galerías y 42 estancias más pequeñas. Lo único que se mantiene del antiguo edificio son las fachadas. Cuenta con una sala de conferencias para 400 invitados, biblioteca, tienda y restaurante, que lleva el nombre de Nevá, el río que atraviesa San Petersburgo. Todo ocupa una superficie de 10.000 metros cuadrados.
La nueva redistribución de los espacios y el diseño de los ventanales de la bóvedas, para permitir que la luz del día penetre en las galerías, ha corrido a cargo del arquitecto Hans van Heeswijk. Los interiores son obra de Merkx+Girod y el jardín del patio ha sido concebido por Michael van Gessel.
Ha supuesto una inversión de 42 millones de euros. La suma ha podido reunirse gracias a los patrocinadores del museo: el Gobierno holandés, la alcaldía de Ámsterdam, Philips, el banco Fortis, Heineken y la Asociación de Amigos del Hermitage. El anexo Neerlandia, en donde en sus cinco años de actividad se han organizado diez exposiciones traídas de San Petersburgo y ha sido visitado por casi 600.000 personas, se empleará ahora como centro educativo infantil con cinco estudios, dos aulas y un comedor.
Piotrovski explica que las exposiciones “irán rotando cada seis meses y los nuevos tesoros que se mostrarán procederán, no sólo del Hermitage, sino también de otros museos rusos. “De los 15 euros que cuesta la entrada, nosotros –la parte rusa- nos quedaremos sólo con uno”, señala. La dirección de la filial holandesa espera no menos de 300.000 visitantes al año.