Cuando se estrenó "La Importancia de llamarse Ernesto" en Londres en 1895, Oscar Wilde llegó a la cima de su carrera. Era famoso, triunfador y feliz. Tres meses después ingresaba en prisión. Arruinó su vida por el amor de un joven.
Bailando Descalzo sobre la Sangre
En 1980, un gigantón carnoso y lívido entró en un café de París y se acercó al director de la pequeña orquesta que animaba el local: "Estoy escribiendo sobre una mujer que baila, con sus pies descalzos, sobre la sangre del hombre por el que estaba desesperada y al que ha matado", explicó con exquisita educación: "¿Podrían tocar ustedes algo que se adecuara a esto?". Los músicos, al fin y al cabo parisienses y finiseculares, encontraron la solicitud de lo más natural, e interpretaron una pieza tan terrible y agónica que los parroquianos del café, estupefactos, interrumpieron sus conversaciones. El hombrón escuchó la tenebrosa melodía con evidente satisfacción, y al cabo regresó a su cuarto a seguir escribiendo. Se trataba de OscarWilde, y la obra era Salomé.
Por entonces, Wilde era un libertino de lo más inocente que aún no conocía a lord Alfred Douglas, el hombre que se convertiría en su perdición y su martirio; pero ya intuía el aterrador abismo de la pasión. Salomé besa la decapitada cabeza del Bautista y sus labios le saben amargos: es el gusto de la sangre y del amor. Esta horrible cualidad destructiva del querer es una constante simbólica en la vida de Wilde; mucho más tarde, espués de haberlo perdido todo, Oscar escribirá la estremecedora Balada de la cárcel de Reading, su última obra, basada en la historia real de Charles Woolrigge, un miembro de la Guardia Montada que asesinó a su esposa y que fue ejecutado en la prisión de Reading mientras Oscar cumplía condena allí: "Los hombres matan lo que aman".
(Continuará) Artículo de Rosa Montero, publicado en "El País" Dominical en 1998.