Alta y delgada, se define a sí misma como curiosa y observadora. Confiesa que escucha mucho a los demás, a pesar de que ahora le toca hablar. Gesticula, sonríe y te mira fijamente con sus grandes ojos azules, es toda expresividad. Y así son sus libros. Además de escribirlos, se ocupa del diseño, desde la foto de la portada hasta la tipografía.
El lector podrá encontrar en esta novela, según nos cuenta, más preguntas que respuestas. "Las preguntas vigentes para cualquier ser humano, y que lo lleven a un proceso de introspección fructífero, interesante y emocionante." Para explicar su concepción de la literatura, Carla Guelfenbein argumenta que no es misión de aquélla dar respuestas ni dar una visión definitiva del mundo, sino aportar una visión particular y profunda, incisiva. "Y que esto provoque emociones, pensamientos, dudas, conflictos... en el lector", apostilla. "Básicamente vida. El libro es vida. Si no provoca todo eso, es un libro fallido".
Mientras sonaba la música en la cafetería del hotel, la autora chilena cuenta que ensayó muchos títulos para esta novela con la palabra silencio. "Apareció desde el comienzo, debe estar muchas veces en la novela esa palabra". El título es deudor de la cita de Shakespeare que abre el volumen (Hamlet). La incomunicación, el malentendido y los sobreentendidos -el no tener la respuesta y el dar cosas por supuestas-, conforman un escenario vital que acabará en un triste desenlance. "Lo que desarma a esta familia es que, en ese hogar constituido, ninguno de los tres sabe lo que le ocurre al otro", comenta la escritora. "Cada uno inicia su viaje. Tommy, el niño protagonista, el descubrimiento del secreto de su familia; el padre, Juan, la reconciliación con su pasado y la muerte de su primera mujer; y Alma, la madrastra, enfrentada al dilema entre la pasión por un antiguo amor y su nueva familia".
«Vengo del campo de la imagen, todas mis novelas se pueden ver. Con pocos rasgos, diciendo lo mínimo, me interesa que el lector pueda ver»La construcción de la identidad"El resto es silencio" está escrito en primera persona, un símbolo identifica al personaje que toma la voz. Tommy es tierra, Juan es tiempo y Alma, agua."Un libro gráficamente supercuidado", dice la autora, que trabajó como diseñadora de la revista "Elle" en Chile años atrás. Entre las páginas, encontramos dibujos e ilustraciones que recogen, por ejemplo, los símbolos manuales de lenguaje empleado por los sordomudos. "Tommy hace dibujos y los regala. Los dibujos no son meras ilustraciones, sino parte intrínseca de la narración al igual que las palabras", explica la escritora, para quien todo lo visual está muy presente como literata. "Vengo del campo de la imagen, todas mis novelas se pueden ver. Con pocos rasgos, diciendo lo mínimo, me interesa que el lector pueda ver".
La novela está dedicada a sus dos hijos, uno de ellos tiene la edad del protagonista, Tommy. "Él habla de los silencios negros -lo representa con un cuadrado-, el silencio de la mentira, que no se puede atravesar, que se para.Y, por otro lado -continúa explicando-, habla de los silencios blancos, que son redondos y transparentes, que unen a unos con otros, puedes atravesarlo con la palabra, el contacto, la caricia". Sin embargo, esta historia no tiene nada de autobiográfico, sólo un eco lejano de su familia, que ocultaba la ascendencia judía. Carla Guelfenbein busca reflejar los múltiples aspectos de la realidad. "En el fondo, no existe una sola versión de la realidad, sino tres o mil, y niguna es mentira". Estas distintas perspectivas de voces singulares que se entrecruzan, se rompen, y chocan dan curso al argumento. "No es una novela temática ni sobre la incomunicación familiar", dice. La escritora insiste en que le interesa la construcción de la identidad de los personajes. "Son los procesos psicológicos, cómo caen y se levantan los personjes", aclara con su aguda voz tan femenina."Novela realista", como la califica su autora. "Cada momento tiene su dios", así explica el cambio de autores y lecturas a lo largo de su trayectoria. De Carmen Martín Gaite recupera el cariño y la proximidad que tiene con sus personajes. "Yo no soy una déspota, no juzgo cuando escribo", comenta Carla. Tolstoi, Shakespeare y los clásicos son también sus referentes. En esta novela aparece Vicente Huidobro, alguien que le tocó mucho en un momento de su vida. ""Altazor" -una obra de Huidobro- es maravilloso", sentencia.
Ya está escribiendo su próxima novela, pero espera que "El resto es silencio" esté viva estos tres o cuatro años. "Me demoro "muchisísimo" tiempo para escribir", declara Guelfenbein. "El resto es silencio" ya está siendo traducida al alemán, inglés, portugués y holandés. En las anteriores novelas no contaba con traducción al inglés."Esto es un gran salto, las traducciones son menos del 1% de las publicaciones en la literatura anglosajona. Es un logro muy importante."