Las chanclas, si acaso, en la mochila. Mejor pertrecharse con un calzado cómodo, y si nos apuran, con otro par para evitar resbalones dentro del agua. Los amantes de la naturaleza no tienen que realizar grandes desplazamientos para disfrutar de un baño diferente, en plena naturaleza y sin cloro. Hay para todos los gustos. Nuestra pequeña selección permite llenar los pulmones de aire puro, desentumecerse en aguas gélidas y dejar vagar la vista por parajes singulares, cuando no, únicos. Eso sí, puestos a recomendar, mejor realizar la escapadas entre semana y evitar aglomeraciones.
Calma, paz, relax, pero, sobre todo, desconexión. Para los que estén hartos de cloro, en las inmediaciones de Madrid hemos seleccionado unas cuantas piscinas o zonas de baño naturales en las que disfrutar de una jornada veraniega diferente.
Cascadas del Purgatorio En plena sierra de Guadarrama, un clásico que no hay que perderse. Eso sí, hay que elegir un horario o un día adecuado, pues desde el monasterio de El Paular se tarda una hora y media en llegar y el calor puede mermar el disfrute. Fresnedas, robledales y pinares, son el marco de una de las zonas más sorprendentes de la Comunidad de Madrid: las Cascadas del Purgatorio.
Por la A-1, se toma el desvío a Lozoyuela y seguimos hasta Rascafría. Se puede estacionar en El Paular.A 83 kilómetros de Madrid.
La IslaSeguimos en la zona de Rascafría. A unos 71 kilómetros de Madrid, se encuentra La Isla. Un enclave donde no faltan los restaurantes ni las vacas pastando a escasos metros. La zona es un híbrido entre El Chorro y Las Presillas, de los que damos cumplida información en los siguientes párrafos. El paraje, a diferencia de El Chorro –más escondido- está transitado por bañistas y excursionistas que quieren disfrutar, sin más, de un día de campo, aunque no llega a ser el gran complejo que ofrecen Las Presillas.
Desde la A-1 se toma el desvío a Lozoyuela y luego la M-604. También se puede acceder por el puerto de la Morcuera, pasado Miraflores o por el puerto de Cotos.
Las presillas de RascafríaO la naturaleza más comercializada. Pierde encanto, pero gana en comodidad. Desde el 1 de mayo está abierto y dispone de aparcamiento privado, aunque el coche puede dejarse fuera para ahorrar los cinco euros que cuesta estacionar. El área se completa con aseos, quioscos, mesas de merienda y explanada de césped. Aquí, es viable sacar la crema bronceadora, las cartas para echar una brisca y terminar la jornada, después del bocata de tortilla y la coca-cola, con un cucurucho helado.
En resumen, se acerca al modelo tradicional de piscinas de verano, pero en un enclave natural cuidado, con un toque de jornada familiar, y no hace falta cargar con mochila y botas de montaña para llegar. El lugar se encuentra a los pies de la sierra de Guadarrama, a unos 94 kilómetros de Madrid.
Represa de CanenciaDe regreso a la A-1, nos topamos con el desvío a Canencia. Continuamos un par de kilómetros pasado el pueblo hacia Miraflores. A la izquierda, hay que estar atentos, nos encontramos con una pequeña represa que hace del arroyo Canencia una atractiva zona de baño natural. Al cierre de edición, no se había cerrado la pequeña presa y la “piscina” no se había llenado. No hay problema. Basta con seguir el arroyo hacia arriba y buscar alguna pequeña poza donde refrescarse. Las hay y son de fácil acceso.
Arroyo MadarquillosAl otro lado de la A-1, y a unos 20 kilómetros dirección Burgos, del desvío a Lozoyuela, entre Horcajo y Aoslos, a unos 85 kilómetros de Madrid, en plena Sierra Pobre, se descubre alguna que otra poza en la que merece la pena zambullirse. En la vía que une ambas poblaciones, frente a la depuradora, al otro lado de la carretera, se deja el coche. Siguiendo los carteles de vedado para la pesca, nos encontramos con un camino que nos conduce a un rincón apto el descanso y el baño donde los pies juegan con el terreno arenoso, de color negro y textura similar a la arena de la playa.
A un paso de MadridPara terminar, una sorpresa: El Chorro, en Valdesotos, en la provincia de Guadalajara y a unos 120 kilómetros de Madrid capital. Desde Torrelaguna a Valdepeñas, Tortuero y, por fin, Valdesotos (también se puede acceder desde Puebla del Vallés). El pueblo ya descubre, a ojos del visitante, rincones con encanto propios de la arquitectura negra de la zona, con casas de pizarra rodeadas de esplendor verde. Los accesos al lugar son complicados aunque las vistas que bordean la carretera, compensan. Una vez allí, el coche descansará en la calle Plazuela. Desde ese punto, comienza un recorrido de unos 20 minutos a paso ligero. Puede prolongarse hasta los 30 –merece la pena pararse a contemplar el entorno y a respirar un poco de aire puro- o, incluso, para los más despistados y propensos a perderse, hasta los 40 minutos. El paseo es agradable, en ciertas zonas, algo enrevesado. Si el visitante anda con suerte, puede que se tope en el camino con algún ciervo. El trayecto finaliza en El Chorro, una pequeña y profunda poza de aguas gélidas, casi cristalinas, rodeada de pizarras. Remata la estampa una pequeña cascada que pone el hilo musical a la jornada de baño. El más desconocido de los parajes aquí recogidos.