Este relato del ave cariñosa fue una chispa de fuego que inflamó el corazón del contristado príncipe: como que todo el amor latente hasta entonces en su alma encontraba súbitamente su anhelado objeto. Se sintió, pues, el noble príncipe vehementemente enamorado de la princesa, y al punto la escribió una carta redactada en lenguaje apasionadísimo, respirando el más ardiente amor y quejándose de la infausta prisión que le impedía ir en busca de ella para postrarse rendido a sus pies. Añadió también varias poesías de ternísima y conmovedora elocuencia, pues era poeta por naturaleza, y aún más entonces, inspirado por el amor. Puso la dirección de su billete en esta forma:
A la bella desconocida
del príncipe cautivo, Ahmed
y, por último, después de perfumarla con almizcle y rosas, se la entregó al palomo.
-Parte, fidelísimo mensajero -le dijo-. Vuela por montañas y valles, ríos y llanuras; no descanses en rama ni te poses sobre la tierra hasta que hayas entregado esta carta a la señora de mis pensamientos.
El palomo se elevó por los aires y, tomando vuelo, partió como una flecha en línea recta. El príncipe lo siguió con la vista hasta que no se vio más que un punto negro sobre las nubes, desapareciendo poco a poco tras las montañas.
Día tras día esperaba el príncipe el regreso del mensajero de amor, mas todo en vano. Comenzó ya a acusarle de ingratitud, cuando cierta tarde, a la caída del sol, entró volando repentinamente el ave fidelísima en su habitación y expiró, cayendo a sus pies. La flecha de algún cruel cazador había atravesado su pecho. Con todo, había luchado con agonías de la muerte hasta dejar cumplida su misión. Inclinose el príncipe, ahogado de pena, sobre aquel venerable mártir de la fidelidad, cuando notó que tenía una cadena de perlas alrededor de su cuello, y pendiente de ella y junto a las alas una miniatura esmaltada que representaba el retrato de una hermosísima princesa en la flor de su juventud. Era, sin duda, la desconocida beldad del jardín; pero, ¿quién era y dónde residía? ¿Había recibido el billete y enviaba este retrato en señal de amorosa correspondencia? Desgraciadamente, la muerte del fiel palomo mensajero dejaba envuelto este lance en el más profundo misterio.
(Continuará) De "Cuentos de la Alhambra" de Washington Irving.