¿Buscas trabajo o una promoción laboral? Borra tus huellas de las redes sociales
En los tiempos que corren, la búsqueda e empleo amplía sus horizontes más allá del portal de empleo o las páginas salmón dedicadas a este fin. Ahora las redes sociales se convierten en un nuevo soporte para candidatos y empresas así como parar la promoción profesional. El problema es que este cambio conlleva un riesgo y es que los futuros empleadores conozcan del candidato más de la cuenta o que el aspirante se informe sobre la empresa por canales pocos creíbles.
La última moda en Inglaterra y Estados Unidos es que las empresas que entrevistan a un candidato busquen al aspirante en las redes sociales, para ver cómo se comporta en su intimidad y comprobar la idoneidad del futuro empleado.
He aquí un problema. Y es que la mayoría de los usuarios de estas redes no utilizan su nuevo espacio en Facebook, Twitter, Tuenti para subir las fotos de cuando realizaron un voluntariado social con discapacitados o ancianos o para difundir una sacrificada jornada de trabajo, hecho que podría valorar una empresa. Sino que un alto tanto% lo usa para mostrar a sus amigos algunas de sus más íntimas vivencias y correrías. Si muchos profresionales mostraran a sus compañeros de trabajo o a sus actuales jefes parte del material que ofrecen en sus redes sociales, más de uno dejaría de ser invitado al café mañanero o en algunos casos despedido de inmediato.
Como si de la famosa novela de George Orwell se tratara, el ojo que todo lo ve se ha colado en nuestras vidas sin darnos apenas cuenta de lo que pasaba. La única diferencia con “1984” es que, en este caso, nadie nos ha impuesto nada; hemos abierto las puertas de nuestra intimidad con total conocimiento de causa. Y ahora llega la hora de las quejas.
Parece mentira que a estas alturas, con la hipersensibilización en materia de protección de datos existente en los diferentes países, hayamos bajado la guardia de tal manera que dejamos entrar este caballo de Troya en nuestras casas sin preguntarnos qué iba a suceder con la información que estábamos aportando. Y, sin embargo, ahora nos damos cuenta de que las redes sociales que con tanto ardor recomendábamos a nuestros conocidos -quién no ha escuchado la manida frase “te encuentras con todo el mundo”-, son una trampa mortal para nuestro futuro laboral y nuestra promoción en la empresa.
Tradicionalmente se habla de los riesgos inherentes al alta y de la práctica imposibilidad de la baja y borrado de datos, así como de las inquietantes suplantaciones de personalidad, pero pocas veces se advierte sobre las amenazas laborales que encierran estos nuevos foros, sobre todo para los más jóvenes ¿qué otras cosas pueden ocurrirnos mientras, cándidamente, nos encontramos dados de alta?.
La excusa más utilizada por los más acérrimos defensores no es otra que decir que Facebook constituye un formidable vehículo para mantenerse en permanente contacto con todas aquellas personas que conoces -¡y aprecias, claro!-, y, de paso, recuperarlo con aquellas que conociste, como en el colegio, en el instituto o en aquel verano en Dublín. Hasta aquí todo perfecto ya que es bien sabido que las relaciones sociales son una de las bazas para encontrar trabajo.
Pero, ¿y si no quiero recuperar el contacto con el compañero de la universidad que le hacía la vida imposible o le tenía envidia?. Entonces, lo más probable es que prefiera no facilitar mi contacto y alejarme de él. Pero esto cuando uno ha dejado tanto rastro en Internet a veces resulta una tarea imposible, especialmente en estas redes, donde las empresas no dan ninguna facilidad por el momento.
No hace mucho una persona denunció ante la Agencia de Protección de Datos la suplantación de su personalidad en una de estas redes sociales, la más conocida y utilizada en la actualidad. Y aún así vivió todo un calvario para conseguir que desapareciera dicho impostor. Facebook impide que cualquiera desaparezca por completo.
No se trata únicamente de los datos que tratan de los usuarios, sino de todo aquello relacionado con los mismos, como imágenes, textos, fotografías, vídeos o cualquier otro elemento que el incauto desee publicar, ya que, de lo que difícilmente se desprende de las condiciones de uso del sitio -debido a su paupérrima traducción, con perlas como “a condición de que concedan esto usted es eligibles para el empleo del Sitio, usted una licencia limitada para tener acceso y usar el Sitio y el Contenido de Sitio - estamos dando a los troyanos -curioso doble sentido en este caso- libertad para hacer con todo aquello que publiquemos lo que más les convenga. No es difícil imaginar lo que las empresas que buscan candidatos pueden hacer con este material en el caso de que se cruce con algunos de sus candidatos más firmes de cara a la contratación.
Por si acaso, la próxima vez que quiera editar su espacio en una de estas redes piense como puede afectar a su futuro profesional y hasta a su actual puesto de trabajo.
En los tiempos que corren, la búsqueda e empleo amplía sus horizontes más allá del portal de empleo o las páginas salmón dedicadas a este fin. Ahora las redes sociales se convierten en un nuevo soporte para candidatos y empresas así como parar la promoción profesional. El problema es que este cambio conlleva un riesgo y es que los futuros empleadores conozcan del candidato más de la cuenta o que el aspirante se informe sobre la empresa por canales pocos creíbles.
La última moda en Inglaterra y Estados Unidos es que las empresas que entrevistan a un candidato busquen al aspirante en las redes sociales, para ver cómo se comporta en su intimidad y comprobar la idoneidad del futuro empleado.
He aquí un problema. Y es que la mayoría de los usuarios de estas redes no utilizan su nuevo espacio en Facebook, Twitter, Tuenti para subir las fotos de cuando realizaron un voluntariado social con discapacitados o ancianos o para difundir una sacrificada jornada de trabajo, hecho que podría valorar una empresa. Sino que un alto tanto% lo usa para mostrar a sus amigos algunas de sus más íntimas vivencias y correrías. Si muchos profresionales mostraran a sus compañeros de trabajo o a sus actuales jefes parte del material que ofrecen en sus redes sociales, más de uno dejaría de ser invitado al café mañanero o en algunos casos despedido de inmediato.
Como si de la famosa novela de George Orwell se tratara, el ojo que todo lo ve se ha colado en nuestras vidas sin darnos apenas cuenta de lo que pasaba. La única diferencia con “1984” es que, en este caso, nadie nos ha impuesto nada; hemos abierto las puertas de nuestra intimidad con total conocimiento de causa. Y ahora llega la hora de las quejas.
Parece mentira que a estas alturas, con la hipersensibilización en materia de protección de datos existente en los diferentes países, hayamos bajado la guardia de tal manera que dejamos entrar este caballo de Troya en nuestras casas sin preguntarnos qué iba a suceder con la información que estábamos aportando. Y, sin embargo, ahora nos damos cuenta de que las redes sociales que con tanto ardor recomendábamos a nuestros conocidos -quién no ha escuchado la manida frase “te encuentras con todo el mundo”-, son una trampa mortal para nuestro futuro laboral y nuestra promoción en la empresa.
Tradicionalmente se habla de los riesgos inherentes al alta y de la práctica imposibilidad de la baja y borrado de datos, así como de las inquietantes suplantaciones de personalidad, pero pocas veces se advierte sobre las amenazas laborales que encierran estos nuevos foros, sobre todo para los más jóvenes ¿qué otras cosas pueden ocurrirnos mientras, cándidamente, nos encontramos dados de alta?.
La excusa más utilizada por los más acérrimos defensores no es otra que decir que Facebook constituye un formidable vehículo para mantenerse en permanente contacto con todas aquellas personas que conoces -¡y aprecias, claro!-, y, de paso, recuperarlo con aquellas que conociste, como en el colegio, en el instituto o en aquel verano en Dublín. Hasta aquí todo perfecto ya que es bien sabido que las relaciones sociales son una de las bazas para encontrar trabajo.
Pero, ¿y si no quiero recuperar el contacto con el compañero de la universidad que le hacía la vida imposible o le tenía envidia?. Entonces, lo más probable es que prefiera no facilitar mi contacto y alejarme de él. Pero esto cuando uno ha dejado tanto rastro en Internet a veces resulta una tarea imposible, especialmente en estas redes, donde las empresas no dan ninguna facilidad por el momento.
No hace mucho una persona denunció ante la Agencia de Protección de Datos la suplantación de su personalidad en una de estas redes sociales, la más conocida y utilizada en la actualidad. Y aún así vivió todo un calvario para conseguir que desapareciera dicho impostor. Facebook impide que cualquiera desaparezca por completo.
No se trata únicamente de los datos que tratan de los usuarios, sino de todo aquello relacionado con los mismos, como imágenes, textos, fotografías, vídeos o cualquier otro elemento que el incauto desee publicar, ya que, de lo que difícilmente se desprende de las condiciones de uso del sitio -debido a su paupérrima traducción, con perlas como “a condición de que concedan esto usted es eligibles para el empleo del Sitio, usted una licencia limitada para tener acceso y usar el Sitio y el Contenido de Sitio - estamos dando a los troyanos -curioso doble sentido en este caso- libertad para hacer con todo aquello que publiquemos lo que más les convenga. No es difícil imaginar lo que las empresas que buscan candidatos pueden hacer con este material en el caso de que se cruce con algunos de sus candidatos más firmes de cara a la contratación.
Por si acaso, la próxima vez que quiera editar su espacio en una de estas redes piense como puede afectar a su futuro profesional y hasta a su actual puesto de trabajo.