miércoles, 6 de mayo de 2009

Marco Antonio y Cleopatra II


El drama sucedió en el siglo I antes de Cristo. Trescientos años antes, Alejandro el Magno había fundado Alejandría; cuando murió, su lugarteniente Ptolomeo, macedonio como él, instauró la dinastía Ptolemaica, que seguía reinando sobre Egipto cuando nació Cleopatra, en el 69 antes de Cristo. Por entonces Alejandría, la capital egipcia, era la ciudad más rica y hermosa del mundo, además de un centro comercial excepcional en donde se juntaban los mercaderes de Europa, Asia y África. Poseía la célebre torre Luminosa de la isla de Faros, de 100 metros de altura y enteramente revestida de mármol. También eran de mármol los múltiples palacios, todos de estilo helénico, y la famosísima Biblioteca, sin parangón en el mundo antiguo, con sus 700.000 volúmenes o rollos de papiro.


En comercio, cosmopolitismo, urbanismo y vida intelectual, Alejandría era el centro del mundo: allí trabajaron genios de la talla de Arquímedes o Euclides, por ejemplo. Pero su organización política era un desastre. Los Ptolomeos habían ido empeorando generación tras generación; eran famosos por su costumbre de casarse entre hermanos, pero aún eran más célebres por su afición a matarse los unos a los otros. Las madres ejecutaban a sus hijos, los hijos envenenaban a sus madres y el fratricidio era tan común como el incesto. Formaban una familia deliciosa. Cleopatra, siguiendo la tradición, se casó con dos de sus hermanos; guerreó contra el primero, que murió en la batalla, y asesinó al segundo cuando éste contaba tan sólo 15 años. Pero, de todas formas, fue una reina especialmente brillante, una mejora sustancial dentro de la decadente dinastía.


(Continuará....) De Rosa Montero, publicado en "El País" Dominical en 1998.