La desaparecida cerca-muralla que protegía Madrid de epidemias y definía su perímetro fiscal acaba de surgir en las obras del estacionamiento subterráneo de Serrano. De ella no quedaban vestigios. Fue obra del arquitecto Juan Gómez de Mora en 1625, por orden del rey Felipe IV. Su hallazgo ha surgido a medio metro de profundidad durante el pilotaje del aparcamiento que se excava en el arranque de la calle. Se trata de un lienzo de unos 12 metros de longitud por metro y medio de anchura en ladrillo cocido y mampostería de caliza y pedernal, de unos dos metros y medio de alto. El hallazgo arqueológico se produjo el pasado jueves enfrente de la verja del Museo Arqueológico Nacional.
La muralla abarcaba medio millar de hectáreas y medía 13 kilómetros
Protegía contra epidemias y ataques y servía de frontera fiscal
La Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, tras enviar al lugar a técnicos de su departamento, emitió el lunes una resolución en la que obliga al Ayuntamiento a "proteger, conservar y salvaguardar la integridad de los restos encontrados", que identifica con la cerca mampostera de Felipe IV. La resolución, firmada por el director general de Patrimonio y abogado del Estado José Luis Martínez Almeida, exige al Consistorio que realice los "sondeos" oportunos para comprobar si los vestigios hallados tienen continuidad en su contorno inmediato. Las catas usuales en este caso son de 11 por 4 metros. Fuentes técnicas señalan por su parte que el pilotaje se realiza a unos 18 metros de profundidad, para encepar luego y situar después la losa del forjado del estacionamiento. Ello implica, dicen, que si las obras no se detienen en toda esa manzana, no sólo en el lugar del hallazgo, todo vestigio arqueológico quedará destruido.
"La cerca de Felipe IV es un documento arqueológico excepcional". Así lo explica Francisco Marín Perellón, especialista en historia moderna. Tenía una longitud de unos 13 kilómetros y circundaba una superficie urbana de 500 hectáreas. Contaba con cinco puertas, la más cercana en la calle de Alcalá, y 14 portillos, el más próximo denominado de Recoletos. "Fue construida para proseguir la iniciada en 1598 bajo el reinado de Felipe II con el propósito de combatir las pestes que azotaron la ciudad y que se sucedieron en 1629, 1637 y 1642", señala el historiador Marín Perellón.
Su construcción se realizó según la traza del arquitecto conquense Juan Gómez de Mora, Maestro Mayor de la Corte y de la ciudad, autor de la Casa de la Villa, la plaza Mayor y el monasterio de la Encarnación, entre otras obras singulares. Su proyecto de cerramiento de la ciudad, ideado en 1617, preveía rematar la muralla con machones almenados para embellecerla, pero quedó modificado. La construcción corrió a cargo de albañiles a sueldo municipal con tierra prensada, ladrillo y mampuesto, cajonado y erguido después.
La cerca consistía en un cerramiento con fines sanitarios y fiscales, cuya custodia se encomendaría a titulares de las sisas, un tipo de impuesto. En su trayecto se integraron los cercados de las fincas limítrofes de Madrid, propiedad de nobles o de conventos, como el de los Agustinos Recoletos, cuyo tapial configuraba la cerca-muralla que acaba de surgir. En este cenobio, edificado en 1598 por la princesa de Asculi, Eufrasia de Guzmán, explica Marín Perellón, murió fray Lorenzo de San Nicolás, uno de los mejores arquitectos de Madrid. También residió el diplomático Diego Saavedra Fajardo. La cerca fue fortificada en diciembre de 1808 contra Napoleón y derruida en 1868 durante la revolución gloriosa, por ser considerada símbolo del poder isabelino.