sábado, 21 de marzo de 2009


Mientras discuten estatutos y leyes orgánicas, mientras se afanan las señorías y los señoríos, nosotros vamos a poner proa a esas ciudades a las que fue el héroe Odiseo y de las que vino el poeta Kavafis.

De un tipo que muere el día que cumple setenta años se puede decir lo que queráis menos que no exhibe puntualidad inglesa. Konstandinos Kavafis nació, vivió y murió en Alejandría. La frase, así dicha, completa el círculo de una biografía plena; es más, adquiere la categoría de verso. Venimos a irnos. A irnos de vuelta a Ítaca, donde Odiseo, o Ulises, como prefiráis, se empeñó en regresar después de lo de Troya. Ya lo cantó Homero, ya lo contó Krahe. Ya lo sabemos. Pero queremos saber más. ¿Qué nos dice ahora el poeta Kavafis al respecto de este regreso a Ítaca? ¿Cómo va a ser este regreso de un alejandrino a la patria del más fecundo en ardides de los héroes homéricos? ¿Qué consejos nos da?
Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca desea que el camino sea largo,pleno de aventuras, pleno de conocimientos.A los Lestrigones y a los Cíclopes,al irritado Poseidón no temas,tales cosas en tu ruta nunca hallarás,si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.A los Lestrigones y a los Cíclopes,y al feroz Poseidón no encontrarás,si dentro de tu alma no los llevas,si tu alma no los yergue delante de ti.
Que se hinchen las velas, que mujan las maderas de las naos, que las naves estrujen sus ligamentos, sus articulaciones, que estiren los remeros el ánimo, que vamos hacia Ítaca, que estamos volviendo, ¿de dónde?, ¿y para qué?, me pregunto. Pero para Kavafis esto no parece más importante que lo otro, lo de dentro. Porque Kavafis se nos muestra, no como un héroe micénico que cruza el camino del destino con gesto imperturbable, sino como un héroe de paseo de barrio, un héroe que disfruta más con los fluidos taberneros que con la sangre derramada de Héctor. Kavafis no clamaría ante las murallas de Troya para que saliera Héctor, pero sí ante la taberna que demora unos minutos la hora de su apertura. Todo está en su interior, no le teme a Poseidones ningunos, pues éstos, él lo sabe, ya no habitan el Olimpo, sino el interior de los corazones humanos. Y a mí, en la última analítica, me han visto de todo menos Poseidones. Puedo seguir con el poema-viaje, pues.
Desea que el camino sea largo.Que sean muchas las mañanas estivales en que con cuánta dicha, con cuánta alegría entres a puertos nunca vistos:detente en mercados fenicios,y adquiere las bellas mercancías,ámbares y ébanos, marfiles y corales,y perfumes voluptuosos de toda clase,cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;anda a muchas ciudades egipcias a aprender y aprender de los sabios.
Mercados fenicios, perfumes voluptuosos, ciudades egipcias cuajadas de sabios… Este tipo de viajes no aparece en las guías, pero es el elegido por Kavafis, al que imagino escribiendo estos versos entre las mismas bellas mercancías, ámbares y ébanos que él mismo cita. Probablemente no fuera así, o sí, pero qué otra imagen puede acudir a las mentes si sabemos que el poema fue escrito en Alejandría. Alejandría, Alexandria, posada a medio camino entre el futuro e Ítaca, hostal de la carretera de la Historia: ciudad egipcia, precisamente, donde aprender de sabios. ¿Se estaba reclamando Kavafis a sí mismo en ese verso? ¿Nos estaba animando a ir a visitarlo, aunque para ello tuviéramos que postergar nuestro regreso a Ítaca? ¿Tan solo estaba? ¿Tanta soledad cabe en la escritura?
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.Llegar hasta allí es tu destino.Pero no apures tu viaje en absoluto.Mejor que muchos años dure:y viejo ya ancles en la isla,rico con cuanto ganaste en el camino,sin esperar que riquezas te dé Ítaca.Ítaca te dio el bello viaje.Sin ella no hubieras salido al camino.Otras cosas no tiene ya que darte.Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,ya habrás comprendido las Ítacas qué es lo que significan.
De acuerdo, pero, por mucho que alarguemos la vuelta, por mucho que seamos precisos memorialistas en diarios y cuadernos de bitácoras, por mucho que nos demoremos con Circe, por mucho que nos dejemos enredar por las promesas y los calditos de puchero de Calipso o por las sábanas recién limpias de Nausicaa… algún día, alguna mañana se abrirá el horizonte y aparecerá ante nuestros ojos el puerto de Ítaca. ¿Y si no somos tan mayores y venerables, Kavafis? ¿Qué haremos entonces, cuando volvamos a lo cotidiano, cuando hayamos constatado que las geometrías de Penélope siguen en su lugar? ¿Y si nos topamos con un Telémaco caprichoso, contestón, maleducado? ¿Y si no tenemos más entretenimiento que rehacer lo destejido por Penélope? ¿Qué haremos ese día, cuando lleguemos a Ítaca? Según me dijo Krahe con una copa en la mano: cuando lleguemos a Ítaca… nos volvemos a marchar. Quizá vivir consista en eso: en andar en un trasiego de ida y vuelta… a ninguna parte. (artciculo de Angelcaido)