Con una mano se tapa los ojos hasta que apaga todos los murmullos; luego se atusa las ondas alborotadas y pasea una mirada intensa por todos y cada uno de los que, fascinados ya a su pesar, le miran a él como nunca pensaron mirar a un profesor o un conferenciante, escrutándole,pendientes de sus labios cómo lo estarían del director de escena de un drama en el que ellos son comparsas involuntarias, o más que comparsas, quién sabe, quizás aquel muchacho del fondo en el que se ha fijado sea o vaya a ser protagonista de un guión que todavía desconoce, aquel que escucha con la mano apoyada en la rodilla de la compañera, las sillas de ambos tan juntas como les es posible; el que lleva el pelo recogido en la nuca y en quien converge ahora tanta curiosidad por fin levanta la cabeza ,sorprendido, obligado por una fuerza que parte de aquella sonrisa que le azora y le hace atusarse nervioso la barba recortada... (Continuará)