domingo, 22 de marzo de 2009



Cualquiera su pondría que , como enamorado, esperaba recibir el regalo de la voz amortiguada de esa mujer dulce que parece sacada de un museo y que le ama. Pero quien pensará así se equivocaría, porque la voz que atraviesa la puerta es masculina y cansada y exige,sin esperanza de conseguirlo, silencio a unos estudiantes que le rechazan y reclaman a la que desapareció sin despedirse. El espía suspira sastifecho y recompone la figura ganado por una paz repentina , una sensación semejante a la de palparse a la altura del corazón y saber que la criatura temible sigue allí,acurrucada en su bolsillo y alerta;ese alivio infinito de quien abre los ojos en medio de la noche y comprueba que no le han alcanzado los cuchillos de quienes le perseguían en sus sueños. Ese inmenso respiro.