lunes, 16 de febrero de 2009
La Pícara Cocinera
Había en cierto lugar, en el cruce de cuatro importantes caminos, una posada famosa por las buenas comidas que se daban a quienes, yendo de viaje, se veían obligados a detenerse en ella para pasar allí la noche, o bien aguardar simplemente aque el cochero cambiara el tiro.
Los guisos de la posada debían su fama a la excelente cocinera que el amo de la misma había contratado para su servicio. Era una moza hija de labradores, sanota y robusta, que si bien tenía aspecto de tonta, cierto es que no lo era, ni mucho menos.
Don Hildebrando, que así se llamaba el dueño de la hostería, la había contratado muy a pesar suyo y tan sólo por complacer al padre de la moza, que era amigo suyo desde mucho tiempo atrás y al cual no deseaba molestar.
- Quedaos con la chica, señor, y dadle el sueldo que más os convenga. Yo os digo que es una buena cocinera, lo cual es, precisamente, lo que necesita vuestro parador. Porque: "Buen vino sí lo hay, pero de comer, muy mal".
Don Hildebrando, que era un hombre complaciente y bonachón, se dijopara sus adentros: "¿Qué pierdo, a fin de cuentas, con contratar a la chica? Sirvienta sí la necesito y ésta, con cara de pan servirá por lo menos para acarrear el agua del pozo."
- ¿Como te llamas, muchacha? - dijo resignado y dispuesto ya a aceptar.
- Felisa - respondió la chica mirándole de reojo.
- Si sus gestos son tan exquisitos como su voz - continuó pensando don Hildebrando -, comeremos peor que las gallinas.
Sin embargo, ante la insistencia del padre, que continuaba con sus alabanzas, añadió:
- Pues bien, Felisa, me quedo contio. ¿Sabes guisar caracoles con salsa picante?
- Sí, señor, ya lo creo.
- ¿Y perdices a lo puntería de cazador?
- Sí, señor - siguió respondiendo Felisa -. Con mucha puntería.
- ¿Y bacalao a la escocesa?
- Muy bien guisado, señor don Hildebrando - respondió el padre -. Como para chuparse los dedos.
(Continuará....)