viernes, 27 de febrero de 2009

La Pícara Cocinera XII


-Pues vengo con apetito y, desde luego, cenaré muy a gusto - le decía el invitadoal dueño de la hostería, cuando iban camino de la casa.

-Tengo una gran cocinera - le respondió Don Hildebrando, que no recordaba habérselo dicho ya aquella tarde.

-Pues andando, andando - dijo el invitado, a quien los acontecimientos de última hora habían despertado el hambre.

En aquel momento, Felisa salía al patio para apagar los candiles de aceite y vio las siluetas de los dos hombres acercándose a la casa. De pronto no supo qué hacer y sefue a la cocina, tropezó con el gato, el cual se subió a la mesa y del susto derribó una jarra de vino.

Todo sucedió en un momento y entretando Felisa buscaba una solución a su conflicto, que era mucho más complicado que un problema de suma y resta.

Para asegurarse de que no se había equivocado, Felisa sacó la cabeza por la puerta, muy asustada y se convenció de que su vista no la había engañado.

-Aquí están y la cena ha volado.

Su primer pensamiento fue decir que el gato se había comido los pollos, pero hasta el bicho más pequeño de la hostería estaba enterado de que Carrasclás era tan honrado que ni aún la salchicha más suculenta, colgada a su alcance, habría conseguido hacele perder su buen nombre.

"Todos sabrían en seguida que estoy mintiendo - se dijo felisa -. Porque lo cierto es que todos están enterados de que yo tengo mucha hambre... Tengo que inventar algo - siguió pensando Felisa - y además tengo que hacerlo en seguida, porque pronto será tarde para cualquier explicación".

En efecto, el amo y el invitado estaban ya en la puerta y Felisa no había pensado nada todavía. Pero de repente tuvo una idea y se dijo que debía ponerla en práctica rápidamente.

¿A qué no adivináis lo que se le ocurrió?