miércoles, 3 de noviembre de 2010

Aceramiento a Renoir (I)

Pierre-Auguste Renoir nació en Limoges el 25 de febrero de 1841, siendo el penúltimo de cinco hijos. Su padre era un modesto artesano que, ante las dificultades del sustento, se trasladó con su familia a París en 1845, cuando Renoir tenía cuatro años. Nunca más volvería nuestro artista a poner los pies en su ciudad natal.


En París se instaló la numerosa familia en una casa ubicada en el recinto del Louvre, y los padres inscribieron al joven Pierre en la escuela municipal, donde sus profesores le regañaban continuamente por dibujar monigotes en su cuaderno durante las clases. Sus padres vacilaron entre orientar la educación de su cuarto hijo hacia la pintura o hacia la música, actividad esta última a la que su maestro de solfeo, Charles Gounod, maestro de coro de la capilla de San Roque, aconsejaba se dedicase. Finalmente, la balanza se inclinó hacia la opción de "artista", esta vez en la versión del dibujo aplicado a la industria de la porcelana, especialidad de Limoges. Dotado como lo está, Pierre-Auguste será decorador de porcelana y tendrá un buen oficio. Ingresa pues, a los trece años como aprendiz en un taller de pintura de porcelana, con la esperanza de entrar algún día en la célebre Manufactura de Sèvres. Su labor consistía en adornar con ramitos de flores piezas de fondo blanco, pagándole por ello cinco céntimos por la docena. Luego, una vez más suelto en su oficio, cambió las flores por las figuras, aunque siempre al mismo precio.

Fue allí donde Renoir aprendería a pintar con pinceles flexibles, redondos y afilados, y con colores fluidos. Toda su vida conservaría la costumbre de sacar partido de la limpidez de un color que deja transparentar el fondo, sobre el cual está puesto y con el que juega en lugar de esconderlo.

Su jornada de trabajo en la fábrica comenzaba a las ocho y tenía un descanso de diez a doce, el cual aprovechaba nuestro protagonista para ir al Louvre para copiar telas antiguas...