sábado, 20 de diciembre de 2008

El mono Tirititero


Había una vez, un mono muy listo que se había escapado de un zoo. Se encontraba un día el mono Tirititero dando brincos y saltos de un árbol a otro cercanos a la playa, comiendo cocos y plátanos y disfrutando de la apacible brisa y el sol de primavera, cuando un tiburón taimado se acercó a la orilla, y viendo al mono gritó: ¡Buenos días, mono! ¿Qué tal se vive subido en una palmera, todo el día en tierra firme?, pues me gustaría saber cómo es la vida de ese otro lado.

A lo que el mono contestó: No se está mal, cuando me canso de una palmera, me subo a una roca, camino por la playa en busca de bonitas conchas, y por la noche duermo arropado por las estrellas. ¿Y tú, cómo lo llevas?

Y el tiburón, que lo que quería era comerse el hígado del mono, pues en el mar se corría el rumor que era el bocado más exquisito que existía, le propuso al mono dar una vueltecita en su lomo para que probara el rumor de las olas y la brisa desde el propio mar.

El mono, pensándoselo un poco, le dijo al tiburón que no, que seguro que cuando estuvieran en alta mar le dejaría caer al agua, y el tiburón a su vez le hizo la promesa que no le dejaría caer. Tanto insistió el tiburón, que finalmente el mono accedió a su proposición, y bajando del cocotero, montó a lomos del tiburón, quién partió mar adentro. Cuando se encontraban lejos de la costa, el tiburón le dijo al mono:

“Mono, ¿porqué no me das tu hígado? Pues tengo mi hijo enfermo y los médicos me han dicho que comiendo hígado de mono se curará. Al fín y al cabo, ¿para qué quieres tú el hígado, si no te sirve para nada?”.

A lo que el mono respondió: “Vaya, pues ya podrías haberlo dicho antes de venir, porque me lo he dejado colgado en una rama del cocotero, así que si lo quieres, te lo daré como muestra de gratitud por tu paseo y puesto que me dices que es para tu hijo enfermo. De todas formas, yo ya no lo quiero para nada. Lo único que tendrás que devolverme a la playa para que pueda ir a buscarlo”.

Y así fue como el tiburón devolvió sano y salvo al mono a la playa, y tan pronto como éste tocó tierra firme salió corriendo a lo alto del cocotero, y desde allí empezó a tirarle cocos al tiburón, cantando “Soy el mono Tirititero, el más listo del mundo entero…..”.
(Dedicado a mi Padre, que me lo contaba cuando era niña. He tenido que redactarlo, pues a mí me lo transmitieron oralmente. Creo que su origen está en los cuentos que contaban por la radio, allá por los años de Maricastaña....)