lunes, 2 de noviembre de 2009

Cuento Gótico I

Llamé a la puerta y me pareció oír un “pase” a lo lejos, así que como la puerta estaba entreabierta di un tímido empujoncito y me encontré en medio de la más absoluta oscuridad y como no me lo esperaba, pegué un brinco por miedo a que hubiera algún escalón en la entrada. Días después me comentaron que mantenían las luces apagadas para evitar el calor que estas producían en verano, pero entre este pequeño incidente y los muebles barrocos que adornaban la sala de espera y la recepción, daba la sensación de atravesar el espacio-tiempo a otro más lejano, como de los años 30, un lugar lúgubre y un tanto gélido. Tampoco acompañaba a la escena los dos viejecitos que atendían la empresa, pues mientras esperaba a ser atendido, discutían con su “pícame Pedro pícame Juan” como la típica parejita de ancianitos que llevaran toda una vida juntos y que han llegado a un punto que ya no se soportan. Ya entonces tendría que haber hecho caso a mi pálpito y no haber aceptado ese maldito trabajo que tantas noches de insomnio y terror me han hecho pasar.

(Continuará)