domingo, 11 de enero de 2009

El Mandarín y el linimento


Un Mandarín de Pekín

que residía en Cantón

y no tocaba el violín,

porque tocaba el violón

decía con presunción

y con cierto retintín

que de confín a confín

de toda aquella nación

del gorro hasta el escarpín

era rico y trapalón


Tenía aquel Mandarín

un precioso palanquín

un caballo percherón

un kimono de etamín

y un pañuelo de crespón.


Tenía un vasto salón,

un agradable jardín

y también yn tatintín

que sonaba haciendo ¡pon!

Un puñal, un espadín

un alfanje, un mosquetón

y un surtido botiquín

con "Mejoral" y algodón.


Pero el pobre mandarín

abrigaba una ilusión

ver crecer el cabello o crin

a un estupendo melón.


Con paciencia y discreción

exprimía su magín

y bañaba aquel melón

con un líquido o loción

que se trajo de Nanking.


Más el melón malandrín

ablución tras ablución

resistía aquel trajín

y se quedaba pelón.


El Mandarín bermellón

rojo, encarnado, carmín

se tomaba un berrenchín

e insistía con tesón

hasta que un día por fín

el paciente Mandarín

que residía en Cantón

se pudo dar el postín

de ver con pelo al melón

porque con circunspección

fue y le puso un peluquín.


MORALEJA

Muchas veces el tesón

no nos conduce a buen fin

y lo mismo que el melón

que tenía el Mandarín

si está calvo don Ramón,

don Felipe, o don Fermín,

da igual que se de almidón

o se frote con fruición

la cabeza con hollín

con un paño, un calcetín,

un abrigo de visón

un lapiz ó el boletín

oficial de la nación.


(Anónimo)