sábado, 12 de septiembre de 2009

Winnipeg

Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie", escribió Pablo Neruda. El poema tenía nombre de barco, Winnipeg, el que él mismo envió a Chile en septiembre de 1939 con 2.500 republicanos rescatados de campos de concentración franceses. Acaban de cumplirse 70 años de la proeza. La pasajera más joven, Elena Castedo, y el embajador chileno en España, Gonzalo Martner, compartieron con EL PAÍS los recuerdos de aquella gran operación de rescate.


"Cumplí dos años el día que vimos Valparaíso", recuerda Castedo, de 72 años. "Fui la más pasajera más joven hasta que nacieron dos niños durante la travesía. Uno murió. Las condiciones higiénicas no eran muy buenas..."
El Winnipeg era un barco preparado para llevar a 78 personas. Subieron 2.500. El propio Neruda eligió por orden del presidente chileno, Pedro Aguirre Cerda, a los pasajeros con dos criterios. El primero, las habilidades de cada uno, porque la selección se llevó a cabo como una masiva entrevista de trabajo. "Necesitábamos especialistas. El mar chileno me había pedido pescadores. Las minas me pedían ingenieros. Los campos, tractoristas", escribió Neruda. "A veces, entrevistaba a algún escritor y le ponía que era abogado. Hubo una campaña de presión muy fuerte en Chile contra la llegada de 'los rojos españoles", explica Martner. "Por eso Neruda le dio aquel formato: se trataba de buscar a los españoles que pudieran contribuir con su oficio al desarrollo de Chile".
El segundo filtro eran las antipatías y simpatías políticas del propio poeta. "Neruda no fue muy generoso con los anarquistas", explica Marther. En cambio, fue benevolente con algunos de los republicanos cuyos oficios no encajaban en aquella gran operación de recursos humanos. "A uno que decía ser escritor, le inscribia como abogado. Y tiene una anécdota muy bonita con un trabajador del corcho. Neruda le dijo: 'En Chile no hay alcornoques'. Y él le contestó: 'Pues los habrá' y sólo por eso le dejó subir".
Deshechos por la guerra -"venían de la angustia, de la derrota", describió Neruda- los republicanos llegaban en trenes para subir al barco. "Las mujeres reconocían a sus maridos por las ventanillas de los vagones. Habían estado separados desde el fin de la guerra. Y allí se veían por primera vez frente al barco que los esperaba. Nunca me tocó presenciar abrazos, sollozos, besos, apretones, carcajadas de dramatismo tan delirantes", confesó el poeta.
Heridas imborrables
El padre de Elena llevaba consigo la humillación de haber perdido y heridas graves hechas en el frente de Madrid. Leopoldo Castedo, que luego se convirtiría en el historiador de referencia de Chile, y su padre, el abuelo de Elena, habían estado recluidos en el campo de concentración de Argèles sur Mer, al sur de Francia. Elena y su madre, en un centro de detención. Por eso, cuando años más tarde, Elena Castedo se reencontró con Neruda le saludó diciendo: "Estoy viva gracias a ti".
Estuvo a punto de no viajar en aquel barco. "No dejaban subir a nadie con infecciones y yo tenía tosferina. Mi madre temblaba mientras nos entrevistaban porque pensaban que no nos iban a dejar subir. Cada vez que yo tosía, ella me ponía la cabeza contra su falda y un señor que estaba detrás de nosotros en la cola y se dio cuenta de lo que pasaba, hablaba en voz alta para disimular".
Elena no lo recuerda. Olvidó toda la travesía porque cuando subió al Winnipeg aún no tenía edad para tener memoria. Los recuerdos que conserva se los han contado otros: su madre, su padre, su abuelo. De la misma manera, cuando regresó a España, en los años 70, no reconocía a aquellas personas que decían ser sur primos o sus tíos.
"Perdimos nuestro país, nuestra familia, nuestra casa, todo. El exilio es un descalabro. Yo le achaco a la guerra mi carácter nómada. Soy de donde vivo y vivo en muchos sitios: EE UU, Chile, España....", explica Castedo. Con ese sentimiento, el del desarraigo, escribió ya siendo abuela una novela que le valió una nominación a uno de los premios literarios más importantes de EE UU, el National Book Award y quen tituló El Paraíso.
La operación del Winnipeg fue financiada por el Gobierno Republicano en el Exilio, con Juan Negrín a la cabeza, y por los cuáqueros, una sociedad religiosa que pudió el anominato de su generosidad. Preguntado por si cree que hoy, cuando se cierran las fronteras a los inmigrantes, sería posible repetir un acto de solidaridad igual, el embajador de Chile responde: "Yo creo que sí. España ya nos devolvió aquel gesto acogiendo a los chilenos que huían de la dictadura de Pinochet".