domingo, 27 de septiembre de 2009

Los Inmortales VIIII

Los sabios alquilaron una espaciosa quinta en un recodo del río Avon, donde siete sauces sollozaban también por el poeta. La quinta reunía todas las condiciones deseadas : cercana a la iglesia de la Santa Trinidad, espaciosa, solitaria y confortable. Cuando llegó el laboratorio, los sabios lo instalaron y lo ajustaron meticulosamente. Y, así, una noche brumosa y fría de noviembre, los profesores, con los cuatro hombres que la comisión había puesto a su servicio, se acercaron a la Iglesia de la Santa Trinidad. El profesor Mook guiaba al grupo portando una potente linterna. Su estampa era furtiva. Levantaron la losa y rompieron la piedra. Un cascote hirió al profesor Mook en la mano. No advirtió que sangraba y ni siquiera sintió dolor. Uno de los hombres cantaba : "Cuando era joven cantaba y cantaba, muy dulce todo me parecía, para matar el tiempo,¡oh! , el tiempo que pasaba, aunque con él, ¡oh!, nada bueno me venía."