miércoles, 30 de septiembre de 2009

Los Inmortales XI

En España fue de los más fácil obtener el permiso para quemar los restos de Cervantes. Un funcionario del Ministerio de Cultura, don Jesús Álvarez-Presa, que hablaba un inglés maravilloso, se encargó de todo. En España no hubo junta o comisión aprobatoria puesto que el proyecto se mantuvo siempre y para todo el mundo en secreto. El Ministerio , no tenia ninguna fe en resurrecciones, como no fueran aquellas de los Evangelios, consideró en cambio, que, por primera vez, profesores provenientes de la Gran Bretaña venían a realizar en España algo que, no importaban los motivos, no había podido ser realizado allí. Y eso fue razón más que suficiente. El laboratorio se instaló en el centro de Madrid, en la calle San Mateo - la centralización española pareció cómica al buen Mook en un edificio construido en tiempos de don Benito Pérez Galdos como sede del Patronato para la Emancipación de la Mujer y Protección de sus Derechos y que, en este siglo, al menos a las alturas de este siglo, todavía se mantenía vacío.