A todos nos parece habitual montar el árbol de Navidad por estas fechas, de la misma manera que degustamos mazapán o el roscón de Reyes el día 6 de enero. Pero, ¿nos hemos parado a pensar cuál es el origen de todas estas tradiciones que continuamos, sin darnos cuenta, todos los años por la Navidad?
Árbol de Navidad
Parece ser que la costumbre del árbol de Navidad nació en Alemania, en la primera mitad del siglo VIII. Estando predicando el misionero británico San Bonifacio un sermón, el día de Navidad, a unos druidas alemanes para convencerles de que el roble no era ni sagrado ni inviolable, el "Apóstol de los alemanes" derribó uno. El árbol al caer fue destrozando todos los arbustos excepto un pequeño abeto. San Bonifacio, interpretó la supervivencia del arbolito como un milagro, concluyendo su sermón: "Lamémosle el árbol del Niño Dios". Los años siguientes los cristianos celebraron las Navidades plantando abetos. En el siglo XVI se decoraban los abetos en Alemania para festejar la Navidad; en España no alcanzó popularidad hasta mediados del presente siglo.
Frutas escarchadas en Navidad
Tradicionalmente se dice que el origen es aragonés y murciano, aunque han sido también muy utilizadas en Andalucía y La Mancha para postres. Su uso navideño es bastante reciente. La cobertura del azúcar se usaba para disimular el mal estado de la fruta.
Mazapán
Ya en el siglo IV a.J.C. Arquestrando citaba que los griegos sentían aprecio por unas tortas elaboradas con almendras y miel; el austero Platón llegó a considerarlas poco recomendables para el pueblo heleno. Sin embargo dos ciudades, Venecia y Toledo se apuntan la paternidad de su invención. De acuerdo con la leyenda italiana, el mazapán nació en Venecia hacia el siglo XVI, cuando surgió la idea de fabricar un tipo diferente de pan para combatir el hambre, triturando almendras y azúcar, que fue llamado marzipane o pan de San Marcos en veneración al patrono de la ciudad. Otra historia atribuye la invención al gremio de panaderos italianos, llamados en la Edad Media hermanos de Marcos. Frente a estas versiones, cronistas de Toledo sostienen que fue a raíz de la batalla librada contra los árabes por Alfonso VIII de Castilla en el año 1212 cuando las monjas del convento de San Clemente comenzaron a elaborar cierta clase de pan a base de almendras y azúcar. Otros se inclinan por la teoría de que el mazapán habría entrado en Europa a través de la península ibérica y desde Chipre, Creta, Sicilia y Venecia, siempre de la mano de dos pueblos refinados y golosos: el árabe y el judío.
Navidad el 25 de diciembre
La tradición situaba el Nacimiento de Jesús por el solsticio de invierno; y ya desde el siglo II se celebraba en los primeros días de enero la Teofanía, fiesta de la manifestación del Salvador, en la que se agrupaban su nacimiento, su bautismo y su adoración por los Magos. Pero como unos días antes -el 25 de diciembre- los paganos celebraban el "Natalis Invicti" (=Nacimiento del Invicto, que era el Sol), la Iglesia desglosó la Teofanía (actual fiesta de la Epifanía), la conmemoración del Nacimiento, fijándola para el 25 de diciembre, a fin de que el "Nacimiento del Invicto" pagano cobrara su sentido pleno al significar el Nacimiento del único Invicto, Jesús.
Nochevieja
Desde los inicios del Imperio Romano, enero estaba dedicado al dios bifronte Janus, que mira delante y detrás: al año que se va y al principio del que viene, por eso le representaban con dos rostros, uno barbudo y viejo y el otro jovencito. Los romanos invitaban a comer a los amigos y se intercambiaban miel con dátiles e higos para que pasase el sabor de las cosas y que el año que empezase fuese dulce. Esta vieja costumbre romana fue poco a poco entrando en Europa, donde con la misma finalidad venturosa comenzaron a ofrecerse lentejas, de las que se dice que propician la prosperidad económica del año que empieza. En la Edad Media la Iglesia trató de oponerse a las viejas costumbres, pero no consiguió extirpar la atmósfera disipada de, la noche de San Silvestre, que se mantuvo como la última isla pagana de las doce noches navideñas (las comprendidas entre la Navidad y la Epifanía), que la Iglesia consideraba como periodo de renovación para mejorar el año venidero. En España, la tradición de despedir con uvas el año parece ser que data de 1909.
Pavo en Nochebuena
El pavo llegó a Europa procedente de Méjico, en el primer tercio del siglo XVI. Fue un recuerdo que trajo Hernán Cortés del Nuevo Mundo después de que los aztecas se lo dieran a probar. Allí era conocido con el nombre de guajalote. El pavo vivía también en estado salvaje en los bosques de Canadá. Los franceses que se aficionaron muy pronto a sus carnes lo llamaron dinde (de Indias). El pavo alimentó a los hambrientos colonos ingleses del Mayflower, que desembarcaron en Massachusetts el último jueves de noviembre de 1620. Desde entonces los americanos celebran esa fecha el día de Acción de Gracias con una comida clásica a base de pavo relleno. En Europa fueron los jesuitas los que lo introdujeron al llevarlo a sus colegios. No faltó por ello gente de intención aviesa que denominó irrespetuosamente a los pavos con el nombre de aquella orden religiosa.
Polvorones y mantecados
De tradición andaluza, tienen su nacimiento en la etapa de las matanzas, pues en su elaboración se usaba la manteca del cerdo. Antequera (Málaga) y Estepa (Sevilla), han sido capitales tradicionales de este dulce.
Reyes Magos
San Mateo es el único evangelista que menciona a los Reyes Magos, aunque no dice que fueran reyes, sino magos. Hasta el siglo IV no se estableció en tres el número de los reyes magos. Por la misma época se decidió que uno de ellos fuese negro e incluso después del descubrimiento de América, en el siglo XV, se representó en ocasiones a Baltasar como un jefe indio. En el siglo IX se les designó por primera vez con sus nombres actuales y en lo que se refiere a la estrella que les guió, se hicieron conjeturas sobre una triple conjunción de los planetas Júpiter y Saturno a su paso por Piscis. La tradición afirma que esa gran estrella roja, una vez su cometido providencial, estalló como una flor de luz, que sus trozos se esparcieron por todo el mundo y que esos fragmentos se convirtieron en rubíes.
Roscón de Reyes
Este dulce, uno de los más antiguos de Navidad, tiene un origen pagano. El Imperio Romano celebraba la llegada del año nuevo el 1 de marzo. Los romanos atendían a las leyes del tiempo, porque al llegar la primavera desbordaban de vida árboles y plantas, y la luz aumentaba, lo que hacía creer que comenzaba un nuevo ciclo anual. En aquellos tiempos, desde mediados de diciembre a finales de marzo tenían lugar las fiestas de invierno, durante las cuales Roma celebraba la protección de sus dioses. Años más tarde la Iglesia logró cristianizar esas fiestas paganas superponiendo la fecha del nacimiento de Cristo al solsticio de invierno. Con motivo de aquellas fiestas se elaboraban unas tortas redondas hechas con higos, dátiles y miel que se repartían entre plebeyos y esclavos. En su interior se introducía una haba seca y al afortunado al que tocaba la legumbre era nombrado rey de reyes durante un corto periodo de tiempo. Hacia el año 1000 la Iglesia había logrado transformar el espíritu primitivo de la fiesta de tal modo que en diversos lugares de Francia la figura del "rey haba" recaía sobre el niño más pobre de la ciudad. Felipe V importó en España esta tradición del rosco como culminación de las fiestas de Navidad, desprovisto de todo simbolismo y cubierto de frutas escarchadas con alguna sorpresa escondida en su interior.
Turrón
Durante un tiempo, los italianos defendieron la comarca de Cremona como cuna del turrón, aunque estudios posteriores dieron la paternidad a los árabes instalados en España. El primer documento escrito sobre el turrón data de 1603, y en él se describe cómo en la localidad de Jijona se fabricaban turrones. Los turrones de chocolate y frutas son originarios de los años treinta y cuarenta. Otras especialidades, como la yema, son casi coetáneas a las originales. El coco llegó hacia el siglo XVIII.
Uvas con las campanadas de nochevieja
La tradición de tomar las doce uvas se remonta tan sólo a principios de nuestro siglo. La implantación de esta costumbre, que por cierto, es exclusiva de nuestro país, no se debe a motivos religiosos o culturales, sino más bien a meros intereses económicos. En la Nochevieja de 1909, los cosecheros, en un esfuerzo desesperado de imaginación, consiguieron desembarazarse del excedente de uvas de ese año inventando el rito de tomar las uvas de la suerte en la última noche del año.